Los sentidos: experimentando la vida

El tacto, la vista, el oído, el gusto y el olfato son las puertas de encuentro de un ser -niña o niño- con el mundo que lo rodea, lo sostiene y le da cobijo.

Cuando somos mapadres, tíos, abuelos o cuidadores de pequeños niños y niñas volvemos a descubrir el mundo. Dicen por ahí, que cuando una persona tiene un hijo revive la niñez y resignifica la propia infancia.

Y en este redescubrir, volvemos a experimentar los sentidos. 

El tacto, la vista, el oído, el gusto y el olfato son las puertas de encuentro de un ser -niña o niño- con el mundo que lo rodea, lo sostiene y le da cobijo. 

Es muy útil entender a los cinco sentidos como los aliados más genuinos de los peques para recibir información del exterior, captar y relacionarse con el ambiente, las personas y los estímulos que los rodean. 

Cualquier actitud de motivación, interés y aprendizaje; cualquier “desplazamiento del niño hacia el encuentro con la vida” está precedido por miles de impactos sensoriales, que incorporaron información y despertaron millones de conexiones neuronales. Y, a consecuencia de esto, el cuerpo se preparó físicamente para salir a ese encuentro. ¡Un montón de fenómenos que suceden sin que seamos conscientes y en muy poco tiempo de la vida de nuestros pequeñines!

Algunos sentidos ya están totalmente desarrollados al momento del nacimiento, como el gusto y el oído… en cuyos casos, lo que los niños o las niñas hacen durante el primer tiempo de vida es ampliar el abanico de matices a los que son susceptibles… es por esto que se llevan todo a la boca de bebés y luego, con el inicio de la alimentación complementaria, ¡se disparan incontables descubrimientos sensitivos!

¡Y en cuanto a los sonidos! Es alucinante cómo comienzan los pequeños a experimentar con su propia voz… Los gorjeos y los gritos les dan a los niños información sobre su propio potencial y luego, la música, los soniditos… ¡Un constante despertar sensorial!

El tacto y el olfato se activan al nacer a través del canal de parto, si lo hubo; el famoso “piel con piel” y el olorcito a mamá. Es un despertar increíblemente instintivo que luego se potencia y se diversifica ¡con masajes, cosquillas, aromas y texturas!

Por último, el sentido de la vista es el más inmaduro en los recién nacidos. Sin embargo, con el transcurrir de los primeros meses de vida, se va agudizando y pronto reconocen rostros y figuras simples, luego colores, más adelante tramas y todo un despertar visual y creativo…

Como acompañantes en este proceso de descubrir, – mamá, papá y cuidadores- podemos brindar espacios seguros de juego libre desde los primeros meses de vida, poniendo a disposición juguetes simples, confeccionados con materiales nobles (telas, lanas, madera) que sirvan a nuestros peques como ventana sensorial.

Pero ¡Atención en este punto! Debemos asegurarnos de que los elementos que les ofrecemos sean:

  • Acordes a su desarrollo, poniendo especial atención en su tamaño: al principio deben poder agarrarlos con toda la mano. 
  • ¡Sin partecitas que puedan soltarse fácilmente y se conviertan en potenciales atragantadores! En este sentido, siempre es mejor el juguete con detalles cosidos.
  • Aptos para llevar a la boca.
  • Idealmente, lavables.
  • Creados con productos no tóxicos e hipo alergénicos.